28.9.08

La verosimilitud y las imágenes



"Las imágenes, fuerzas psíquicas primarias, son más fuertes que las ideas, más fuertes que las experiencias reales.»
Gaston Bachelard

«Desde el principio, la imagen fue a la vez medio de expresión y, también, de adivinación e iniciación.»
J. Martín Barbero

Desde Pierce la reflexión semiótica sobre la naturaleza de la imagen giró en torno a la cuestión analógica, ya que una imagen o icono se define como signo “ que puede representar un objeto predominantemente por su similaridad”.
André Bazin, reconocido teórico y crítico de cine de la segunda mitad del siglo XX, dijo “la fotografía disfruta de una gran ventaja en virtud de esta transferencia de realidad de la cosa a su reproducción.” En otras palabras, la realidad de la cosa contagia de realidad a su imagen. Esta transferencia de realidad se puede explicar no sólo por iconicidad --como la maravilla del espectador ante el realismo icónico de una imagen como en la Virgen es decir, que parece tan real que ha de ser real-- sino además por otro proceso que se define en semiótica como “signo indicial
Las imágenes tienen diversos grados de iconicidad e indicialidad, que a su vez varían dependiendo de los referentes. Un cuadro abstracto tiene un grado nulo de iconicidad respecto a un objeto físico, pero un fuerte grado de iconicidad respecto al estilo abstracto en la pintura. Una acuarela de Kandinsky es indicial del trabajo personal, corporal, del pintor, mientras que en las obras de Vasarely producidas mecánicamente, no queda indicialidad física excepto por la firma del autor en cada ejemplar.
La relación entre la imagen y la realidad adquiere matices especiales cuando surge la fotografía analógica por la virtud de ser simultáneamente icono e índice. La realidad de la foto termina por contagiar de realidad a su referente, como en el caso de iconismo de la imagen de una Virgen: para el espectador ingenuo, si algo es tan verosímil debiera ser verdadero. Es el tren viniéndoseles encima a los primeros espectadores de los hermanos Lumiere.
Además, la realidad recurre a la fotografía casi para probar su existencia: la foto funciona como prueba y testimonio por indicialidad de la realidad de su objeto. A eso se refiere Bazin con “transferencia de realidad de la cosa a su reproducción.” De esta manera surgió la ingenua creencia de que algo es real por el simple hecho de haber sido fotografiado. Para el espectador común, la foto documental opera por este mecanismo donde la credibilidad del reportaje se refuerza por la imagen fotográfica. Recordemos el video testimonio de Rodney King, el negro salvajemente golpeado por la policía de Los Ángeles en 1993, que provocó revueltas en esa ciudad por varios días.
Pero recordemos que el criterio que determina la semejanza entre signo y objeto no es natural ni universal sino cultural. Umberto Eco señala que si un signo icónico tiene propiedades con algo, ese algo ese “algo” no es el objeto en sí mismo sino el modelo perceptivo del objeto representado por la imagen, modelo construido por la cultura.
Por lo tanto la iconicidad es el grado de codificación de determinadas convenciones en torno a lo que es verdadero para una determinada sociedad. Lo verdadero es lo verosimil , es un problema vincula con la representación y el dispositivo de producción de las imágenes.

20.9.08

Trabajo práctico Nro. 3








Modalidad de resolución: oral-escrito, grupal
Textos de referencia:

Eco, Umberto (1988) [1973], “Proemio”, en Signo. Barcelona: Editorial Labor.
Peirce, Charles Sanders (1894), “¿Qué es un signo?”. Traducción de Uxía Rivas (1999)
Zecchetto, Victorino (2005), “Charles Sanders Peirce”, en Zecchetto, Victorino (coordinador), Seis semiólogos en busca del lector. Buenos Aires: La Crujía.

A partir de la lectura de los textos de referencia nos acercamos a una teoría general del signo. Como nuestro objeto de estudio son las imágenes en particular (y los procesos comunicativos en los que se configuran), necesitamos ir identificando la ubicación que tendría el estudio de las imágenes en el marco de esa teoría. Para ir elaborando estas cuestiones, traten de responder a la siguiente guía:

1) Lean el planteo de Peirce acerca de las clases de signos en relación con su Objeto, atendiendo especialmente a los ejemplos que desarrolla. Asegúrense, mediante una breve discusión grupal, que entienden tal clasificación (íconos, índices, símbolos)

2) Propongan al menos un ejemplo de ícono, de índice y de símbolo. Expliquen esos ejemplos.

3) ¿Por qué podríamos afirmar que Eco se inscribe en la tradición semiótica
peirceana?

Magister Miriam Casco

14.9.08

Paradigma indicial: una lectura en clave policial del signo



En un libro titulado
El signo de los tres: Dupin, Holmes, Peirce
, Umberto Eco desarrolla la siguiente tesis: el método de resolución de casos criminales en la narrativa policial,tal como fue canonizada por los padres fundadores, en particular Edgar Allan Poe y Sir Arthur Conan Doyle, es comparable al método científico de interpretación de signos planteado por Peirce, el teórico de la semiótica, esa ciencia más general del lenguaje destinada a hacerse cargo de la comunicación no hablada.
Así ocurre en innumerables cuentos y novelas del género negro. Tanto el chevalier Auguste Dupin -el personaje de Poe que protagoniza la primera narración policial de la historia,Los crímenes de la calle Morgue, 1841-, como el mítico sabueso londinense SherlockHolmes, creado por Conan Doyle en 1887 en su libro Estudio en escarlata, aplican unproceso de abordaje de la realidad que se funda en la interpretación de marcas o índices (signos) para descubrir la explicación última de un enigma. Dichos signos enigmáticos(huellas o pistas) constituyen un lenguaje sin palabras, que es necesario descifrar. Este es elrol del investigador o del detective en la narrativa policial, que actúa como una especie de semiólogo avant-la-lettre.
Lo anterior constituye una característica inherente al género policial o negro. Incluso la presencia del asesinato, del crimen violento, puede no hallarse en el transcurso del relato.
Dupin actúa esencialmente como un lógico estricto, como un científico. Es conocido que Poe, cuando ejercía el periodismo en la prensa, gustaba de plantear desafíos y enigmas a los lectores- descifrar textos en clave, por ejemplo-, y él mismo se consideraba insuperable en la materia. Es por eso que estaba auténticamente convencido de haber "inventado" –expresión que solía usar Poe- algo inédito y original en materia literaria, al dar a luz sus cuentos policiales.
Más aún, los consideraba entre lo más amado de su producción.
Los crímenes de la calle Morgue constituye por esto una pieza fundacional, que sentó lasbases de la literatura policial futura. Entre otras cosas, porque allí aparecen por primera vez tres elementos claves en el desarrollo del género: a) el detective amateur como protagonista del relato y cuyo objetivo es descifrar su misterio; b) su alter ego, un narrador que describe el proceso de detección y hace el elogio del investigador; y c) el enigma en un recinto cerrado, estructura recurrente en buena parte del género, sobre todo durante el la llamada época de oro del género, entre las dos guerras mundiales: la época de Agatha Christie, Dorothy Sayers, S.S. Van Dine, Ellery Queen3, Georges Simenon y el resto de los “grandes” del relato policial. comisario Maigret de Simenon; el inspector Martin Beck de la policía de Estocolmo,creado por los suecos Sjöwall y Walhöö; y Napoleón Bonaparte, el detective mestizo del australiano Arthur Upfield.
En un texto, «Espías.Raíces de un paradigma indiciario» —que en la versión española
aparece como «Morelli, Freud y Sherlock Holmes: indicios
y método científico, Carlo Ginzburg expone un modelo epistemológico que surgió silenciosamente en el siglo XIX en el ámbito de las ciencias sociales y que no ha recibido la atención que merece. Se trata del «modelo conjetural» o en la terminología khuniana, «paradigma indiciario"
De la abducción, también denominada por él reproducción o hipótesis, da cuenta Peirce de varios casos que a él mismo le sucedieron; uno, ampliamente relatado en el libro, es el conocido caso de Peirce como detective descubriendo «por abducción
» al ladrón que le robó en el vapor BrístoL que lo llevaba de Boston a Nueva York un reloj de pulsera Tiffany. Otro es el siguiente: «Una vez desembarqué en un puerto de una provincia turca, y de camino hacia la casa que iba a visitarme encontré con un hombre a caballo, rodeado de cuatro jinetes que sostenían un baldaquín sobre su cabeza. Como creía que el gobernador de la provincia era el único personaje que podía suponer que gozaba de semejante honor, inferí que se trataba de él. Esto
fue una hipótesis.»
Una película “Los crímenes de Oxford”( 2006) del director Alex de la Iglesia retoma el género policial basado en el modelo de investigación indicial. El argumento pertenece a Guillermo Martinez (cuya novela recibió el premio Planeta en el 2003). La historia cuenta como un estudiante argentino de matemáticas que realiza un viaje a Oxford con fines académicos se transforma en un detective dupinesco. Tras ser rechazado por la mayoría, conoce a un profesor que le descoloca todos sus esquemas. Más se le tambaleará todo cuando descubra el cuerpo sin vida de su casera, quien en su pasado formó parte del equipo que descifró el Código Enigma de la Segunda Guerra Mundial. Se desata así un misterio para el que, al igual que en la serie ‘Numb3rs’, las matemáticas son, más que una disciplina teórica, la clave para su investigación y desarrollo.
Te invitamos a leer el cuento de E. Poe en : www.albalearning.com/audiolibros/poe_ruemorgue-01.html - 22k y a ver la película.

9.9.08

Trabajo práctico Nro. 2



Modalidad de resolución: oral-escrito, individual o grupal (opcional)

Texto de referencia:

Barthes, Roland (2004) [1957], “Los romanos en el cine”, en Mitologías. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

1. ¿En qué idea acerca del signo coinciden Eco y Barthes?

2. En una película de género (“película de romanos o peplum”) Barthes señala la presencia de dos signos y realiza una aproximación crítica a lo que él llama “el signo intermediario”. Su crítica se expresa con claridad en el siguiente fragmento:

“Pero el signo intermediario… denuncia un espectáculo degradado, que tanto teme a la verdad ingenua como al artificio total. Pues, si es deseable que un espectáculo esté hecho para que el mundo se vuelva más claro, existe una duplicidad culpable en confundir el signo y el significado. Es una duplicidad propia del espectáculo burgués: entre el signo intelectual y el signo visceral, este arte coloca hipócritamente un signo bastardo, a la vez elíptico y pretencioso, que bautiza con el nombre pomposo de ‘natural’ ”. (p.p. 30-31, el subrayado es nuestro)

2.a. ¿Qué consecuencias tendría la utilización de ese tipo de signos en términos de su recepción?

2.b. Realicen un repaso por su experiencia como espectadores del cine-industria de Hollywood. Traten de proporcionar otros ejemplos (como los del flequillo y el sudor de los romanos en el peplum) que sirvan para ilustrar las ideas de Barthes. Pueden pensar, por ejemplo, en las representaciones cinematográficas de: la belleza, la fealdad, lo femenino, lo masculino, la juventud, la vejez, la maldad, la bondad, etc.


Nota: cada respuesta deberá estar fundamentada y los ejemplos acompañados por una breve pero clara explicación.

Magister Miriam Casco

6.9.08

La clasificación de los signos según Pierce



CHARLES SANDERS PEIRCE *

DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN DEL SIGNO

“UN SIGNO, O REPRESENTAMEN, ES ALGO QUE, PARA ALGUIEN, REPRESENTA O SE REFIERE A ALGO EN ALGÚN ASPECTO O CARÁCTER. SE DIRIGE A ALGUIEN, ESTO ES, CREA EN LA MENTE DE ESA PERSONAS UN SIGNO EQUIVALENTE, O TAL VEZ, UN SIGNO AÚN MÁS DESARROLLADO. ESTE SIGNO CREADO ES LO QUE YO LLAMO EL INTERPRETANTE DEL PRIMER SIGNO. EL SIGNO ESTÁ EN LUGAR DE ALGO, SU OBJETO. ESTÁ EN LUGAR DE ESE OBJETO, NO EN TODOS LOS ASPECTOS, SINO SOLO CON REFERENCIA A UNA SUERTE DE IDEA, QUE A VECES HE LLAMADO EL FUNDAMENTO DEL REPRESENTAMEN”.

228 (The collected Papers)
Charles S. Peirce

Esta definición nos indica que:

1.- Un signo significa algo porque está “en lugar de” ese algo. Supongamos que buscamos en el diccionario la palabra “hombre”. Encontraremos una forma equivalente: “ser humano”, por ejemplo. Estos segundos términos representan “hombre” como representando la misma criatura bípeda, racional que la palabra “hombre” representa. Por acumulación del ejemplos llegaremos a la conclusión de que existe una representación que actúa por mediación. En otras palabras, los signos hacen algo más que reemplazar o sustituir a las cosas, sino que básicamente funcionan como factores en procesos de mediación.

A esta función MEDIADORA Peirce la llama INTERPRETANTE. El interpretante de un signo es otro signo. Ese planteo implica la existencia de una cadena al infinito de los interpretantes, es decir, una SEMIOSIS ILIMITADA. La semiosis, en cuanto proceso significo, es un proceso de mediación.

El interpretante es la modificación producida en el pensamiento por un signo. Pero pensamiento no debe entenderse en principio como fenómeno psicológico individual, sino que tiene que ver con el proceso discursivo que se da en el ámbito de la comunidad humana.

Cada interpretante es signo de su objeto, y, a su vez, requiere otro signo para su interpretación. Así se abre una cadena de signos interpretantes.

Esta descripción subraya el aspecto formal del funcionamiento de los signos: un signo sólo significa dentro de un sistema operante de signos; significa sólo en virtud de que otros signos del mismo sistema significan algo. Esta cadena de interpretantes puede ser de distintos tipos: signos, definiciones, funciones proposicionales, signos de otro sistema, etc. Componen lo que Eco llamaría “unidades culturales”.

La unidad cultural “hombre, por ejemplo, en el marco de una sociedad determinada, consistiría en el conjunto de elementos que esa sociedad pone en relación con dicho término. El significado global del término se da en relación con todos los elementos que una cultura tiene en conexión con aquél (Eco elimina el correlato extralingüístico, en tanto que para el pragmatismo de Peirce, la referencia al objeto es básica).

2.- Peirce afirma que el signo está en lugar del objeto, no en todos los aspectos del éste. El signo no representa un objeto completo, sino desde una determinada perspectiva, en referencia una especie de “idea”. Por ejemplo, en la relación significa “viento/veleta” sólo es tenido en cuenta el aspecto significativo de la dirección del viento y la orientación de la veleta, no otros aspectos de ambos elementos.
El concepto de “idea” debe ser entendido como una convención o acuerdo sobre la manera de interpretar el signo. La mediación (o interpretación) funciona mediante reglas convencionales de interpretación. Todo signo es representacional en el sentido de que la interpretación implica siempre la representación de una experiencia acumulada (aprendida), que está codificada mediante signos.

En cuanto al objeto, Peirce distingue dos clases de objetos:

a.- OBJETO INMEDIATO: es el objeto tal como el signo lo representa, y cuyo ser depende de su representación en el signo. Está “dentro” del signo, yu es el aspecto del signo lo que lo hace apropiado para representar al objeto dinámico u objeto “estra-semiótico”.

b.- OBJETO DINÁMICO: es la realidad en sí misma, que por diversos medios logra determinar al signo para que represente, para que cause un interpretante similar a él mismo. Es el último (o el primero) eslabón del proceso sígnico en su origen, el “significado externo” denotado por el signo.

Por lo tanto, el objeto no es, como pretende cierta divulgación, un algo externo a la operación sígnica. De hecho, el objeto inmediato existe solo en virtud de la relación semiótica y se presenta como ley o regularidad, con lo que trasciende la dimensión subjetiva hacia una pluralidad de individuos. O, como dice Eco, es una unidad cultural.

El objeto dinámico constituye el fundamento de la identidad. El objeto no puede ser conocido en el signo, sino representado, referido, pues el símbolo pertenece a la representación, a lo que se da en el pensamiento.

Peirce afirma:

“El objeto dinámico es el objeto exterior al signo. Pero el signo debe indicarlo mediante algún indicio; y este indicio es el objeto inmediato”.
Es el reenvío de la semiosis a un presupuesto extrasemiótico, como producto de la actividad compleja del conocer el hombre. Evita de esta manera un realismo ingenuo, mecánico, pues el objeto que es elemento de la tríada semiótica se inserta en la dimensión comunitaria, en una zona de saber objetivo, más que en referencia a un espacio natural y objetual directo (aunque éste es recuperado en el interior de la representación). Eco afirma: “... se debe asumir que, en principio, una expresión no designa un objeto, sino que vehicula un contenido cultural”.


CLASIFICACIÓN DE LOS SIGNOS

Extractos de La ciencia de la semiótica, de Charles S. Peirce (De. Nueva Visión, Buenos Aires, 1974)

228. Un signo, o REPRESENTAMEN, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o tal vez, un signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el INTERPRETANTE del primer signo. El signo está en lugar de algo, su OBJETO. Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el FUNDAMENTO del representamen. [o ground].

Desde el punto de vista de sus relaciones con sus objetos dinámicos, divido los signos en Iconos, Indices y Símbolos (esta división la di en el año 1867). Defino a un Icono como un signo que está determinado por su objeto dinámico en virtud de su propia naturaleza interna, por ejemplo, una visión, o el sentimiento provocado por una pieza de música considerada como representación de lo que el compositor quiso expresar. También un Icono puede ser un diagrama; digamos, una curva de distribución de errores. Defino a un Indice como un signo determinado por un objeto dinámico en virtud de estar en relación real con él. Un nombre propio es un Indice; también es un Indice la presencia del síntoma de una enfermedad. Defino a un Símbolo como un signo que es determinado por su objeto dinámico solamente en el sentido de que así será interpretado. Por lo tanto, depende de una convención, de un hábito, o de una disposición natural de su interpretante, o del campo de su interpretante (el campo del cual el interpretante es una determinación). Todo Símbolo es necesariamente un legisigno; sería inexacto llamar Símbolo a la réplica de un legisigno.

279. Volviendo ahora al terreno de los hechos retóricos, la existencia de representaciones tales como los Iconos es un hecho completamente conocido. Cualquier pintura (por convencional que sea su método) es, esencialmente, una representación de esa clase. Lo mismo es válido para todo diagrama, aún cuando no hubiere parecido sensorial entre él y su objeto, y hubiera solamente una analogía entre las respectivas relaciones de las partes de cada uno. Los Iconos en los que el parecido es acentuado mediante reglas convencionales merecen especial atención. Así, una fórmula algebraica es un Icono, en virtud de las reglas de conmutatividad, distributividad y asociatividad de los Símbolos.

282. Hay muchos diagramas que no se parecen, en su aspecto visible, a sus respectivos objetos: el parecido se produce únicamente entre las relaciones de sus respectivas partes entre sí. Podemos mostrar las relaciones entre las diferentes clases de signos mediante un cuadro sinóptico:

iconos
Signos índices
símbolos

Este cuadro sinóptico es un ícono. Pero en el único aspecto en que se parece a su objeto es en que la llave muestra que las tres clases: íconos, índices, símbolos están relacionadas con la clase general, los signos, tal como realmente ocurre, de manera general. Cuando en álgebra escribimos las ecuaciones unas debajo de otras, en una disposición reglar, y especialmente cuando usamos letras semejantes para los coeficientes correspondientes, la disposición resultante es un ícono.

He aquí un ejemplo:

a1 x + b1 y = n1
a2 x + b2 y = n2

Este es un ícono en la medida en que hace aparecer en forma semejante las cantidades que están en relaciones análogas con el problemas. En realidad, toda ecuación algebraica es un ícono, en la medida en que exhibe mediante los signos algebraicos (lo cuales, considerados en sí mismos, no son íconos), las relaciones de las cantidades de que se trata.

285. Examinemos algunos ejemplos de índices. Veo un hombre con un andar balanceado, lo cual es probablemente una indicación de que se trata de un marinero. Veo un hombre de piernas algo curvadas, con pantalones de pana, polainas y algo parecido. Un reloj de sol, o un reloj cualquiera, indican qué hora es. Los geómetras colocan letras sobre las diferentes partes de sus diagramas y luego usan esas letras para indicar dichas partes. Las letras son usadas en forma similar por los abogados y por muchos otros. Así, podemos decir: si A y B están casados entre sí y C es hijo de ellos, mientras que D es hermano de A, entonces D es tío de C. Acá A, B, C y D cumplen la función de pronombres, pero son más convenientes porque no requieren ninguna colocación especial de las palabras. Unos golpecitos en la puerta cerrada son un índice. Cualquier cosa que nos sobresalte es un índice, en cuanto marca la articulación entre dos partes de una experiencia. Así, un tremendo tronar indica que algo considerable ha sucedido, aunque no sepamos exactamente de qué se trata, pero puede ser probable que podamos conectarlo con otras experiencias.

286.- Un termómetro con marcas bajas, conjuntamente con la humedad del aire, es un índice de próxima lluvia; es decir, suponemos que las fuerzas de la naturaleza establecen una conexión entre la marca baja del barómetro, el aire húmedo y la lluvia inminente. Una veleta es índice de la dirección del viento: en primer lugar, porque toma la misma dirección del viento, de modo que existe una real conexión entre ambos; y en segundo lugar, estamos constituidos de manera tal que el movimiento de la veleta en determinada dirección atrae nuestra atención hacia esa dirección; y cuando vemos que gira siguiendo las variaciones del viento, estamos forzados por las leyes de la mente a pensar que esa dirección está conectada con el viento. La estrella polar es un índice que nos indica hacia donde se orienta uno si busca el Norte. Una plomada o nivel de burbuja son índices de la dirección vertical. Una vara de medir parecería, a primera vista, ser un ícono del metro o de la yarda; y los sería, si estuviera simplemente destinada a mostrar un metro o una yarda tan cerca como pueden ser vistos y se pueda estimar que son un metro o una yarda. Pero el verdadero propósito de una vara de medir es mostrar un metro o una yarda más fielmente de lo que pueden ser estimados por su apariencia. Esto es posible mediante la exacta comparación mecánica con el metro-patrón depositado en París, o con la yarda - patrón existente en Londres. De tal modo, lo que da a la vara de medir su valor como representamen es una conexión real y, en consecuencia, se trata de un índice y no de un mero ícono.

287.- Cuando un conductor grita “Cuidado!” a un peatón para llamar su atención y hacer que se ponga a salvo, en la medida en que se trata de una palabra signficante es, como veremos más adelante, algo más que un índice; pero en la medida en que está destinada simplemente a actuar sobre el sistema nervioso del que la oye y hacer que se aparte, es un índice, porque lo que se busca es ponerlo en real conexión con el objeto, que es su propia situación en relación con el vehículo que se aproxima. Imaginemos que dos hombres se encuentran en un sendero en medio del campo, y que uno de ellos le dice al otro: “La chimenea de aquella casa está incendiándose”. El otro mira en derredor y percibe una casa con persianas verdes y una galería, cuya chimenea humea. Sigue caminando algunos kilómetros y encuentra a otro peatón. Actuando como un tonto le dice: “La chimenea de aquella casa está incendiándose”. “¿Qué casa?”, pregunta el otro. “Oh, una casa con persianas verdes y una galería”, contesta el tonto. Pregunta nuevamente el otro: “¿Dónde está?”. Está buscando algún índice que le permita conectar su alarma con la casa en cuestión. Las palabras por sí mismas son insuficientes para lograr est. Los pronombres demostrativos “esta”, “aquella”, son índices, puesto que promueven que el receptor utilice sus poderes de observación para poder establecer una conexión real entre su mensaje y el objeto; y si el pronombre demostrativo logra eso -sin lo cual su significado no es comprendido- es él quien establece dicha conexión; por lo tanto, es un índice. Los pronombres relativos “quien” y “cual” provocan actividad de observación de manera casi análoga, sólo que con ellos la atención debe ser dirigida a las palabras que los han precedido.

290. Otras palabras indiciales son las preposiciones y los giros preposicionales como “a la derecha de”. La derecha (o la izquierda no puede ser identificada mediante ninguna descripción general. Otras preposiciones expresan relaciones que podrían tal vez ser descritas; pero cuando se refieren, como lo hacen más a menudo de lo que pudiera creerse, a una situación relativa a la colocación observada -o que se supone que se conoce por medio de la experiencia- de quien habla en relación con la de quien escucha, el elemento indicial pasa a ser dominante.

304. Un signo es o bien un ícono, o un índice o un símbolo. (1). Un ícono es un signo que poseería el carácter que lo vuelve significativo aún cuando su objeto no tuviera existencia; tal como un trazo de lápiz en un papel que representa una línea geométrica 92). Un índice es un signo que perdería al instante el carácter que hace de él un signo si su objeto fuera suprimido [...] Tal es por ejemplo, un pedazo de tierra que muestra el agujero de una bala como signo de un disparo; porque sin el disparo no habría habido agujero [...] Un símbolo es un signo que perdería el carácter que lo convierte en un signo si no hubiera interpretante. Es tal cualquier emisión de habla que significa lo que significa sólo en virtud de poder ser entendida como poseedora de esa determinada significación.


UNA APROXIMACIÓN A LA TEORÍA
DE CHARLES S. PEIRCE

Aplicación de los conceptos peircianos

“Fenómeno” es para Peirce todo aquellos que se hace presente al espíritu. La realidad es una suma de fenómenos. Estos fenómenos se hacen presentes al espíritu mediante las categorías: la primeridad, la segundidad, y la terceridad. Cuando hablamos de categorías hablamos de una especie de cristales a través de los cuales percibimos la realidad. Por ejemplo, para Kant, el espacio y el tiempo son dos categorías: todo lo que percibimos, lo percibimos en el tiempo y en el espacio.

La primeridad es la categoría que comprende las cualidades de los fenómenos, tales como rojo, amargo, tedioso, duro, desagarrador, noble, etc. Es la categoría del ser, todo lo que es en su inmediatez, sin relación a nada. Es una cualidad inherente a un cuerpo, sin relación a otra cosa. Es general, por ejemplo, la “rojez”, sin relación a que un elemento sea rojo, “rojez’ como la cualidad; el “dolor”, pero no este dolor de cabeza, sino el sentimiento de dolor. Los fenómenos se nos aparecen en primera instancia mediante la existencia de sus cualidades; tomamos conciencia de que existen cualidades.

El color rojo, en sí mismo, antes de corporeizarse, ya es algo positivo.

La primeridad es autosuficiente. Lo primero predomina en la sensación, por ejemplo, la sensación de los colores. Los olores, por ejemplo, son formas viscerales del sentir: piénsese en un penetrante olor a podrido que invade nuestra percepción, antes de relacionar ese olor con nada, de pensarlo, sólo como sentimiento de asco, de desagrado (náusea).

La segundidad es la categoría del hecho actual, aquí y ahora. Del hecho individual. Implica la idea de fuerza, de reacción: por ejemplo, la dureza es una primeridad, pero la percibimos cuando nos chocamos con una pared, es decir, con una dureza encarnada, contingente. La segundidad consiste en una cosa que actúa sobre otra, es una relación diádica. Solo se puede ejercer la fuerza si hay algo que se resiste, es decir, observamos que se destaca una dualidad, una existencia. La idea de segundidad predomina en las ideas de causa/efecto y de fuerza. Pensemos en alguien que va caminando y es empujado al suelo porque choca con otro: hay acción y reacción entre dos cuerpos; la resistencia le muestra que algo independiente de él está allí. Cuando algo golpea los sentidos, el flujo de pensamientos de la mente se interrumpe siempre: estamos en un globo flotando sobre una campiña, todo es sensación de paz, primeridad pura; de golpe atraviesa el cielo un avión a chorro, y el ruido fortísimo de sus motores chocan nuestros sentidos, se interrumpe el sentimiento de paz, experimentamos desagrado, (o nos tapamos los oídos) allí está la reacción, la segundidad. Es una cualidad encarnada que pone de manifiesto la existencia. La segundidad es un sentimiento de conmoción, percibido como existente, y nada más. Peirce dice: “la acción recíproca de dos cosas sin consideración de una tercera, de un pensamiento mediador entre la sensación original (primeridad) y la acción y reacción (segundidad) entre nuestra alma y el estímulo”.

Finalmente, la tercer categoría, la terceridad. Es la categoría del pensamiento mediador, de la ley. La terceridad al igual que la primeridad, tiene un grado de generalización, pero son diferentes: la generalidad de la primeridad tiene la posibilidad de encarnarse totalmente, la generalidad de la ley es la posibilidad infinita de encarnarse en hábitos, se lanza hacia un futuro indefinido. La terceridad lleva la información a la mente o determina la idea y la corporiza. Es un pensamiento informante o cognición. En la terceridad advertimos el funcionamiento del signo.

Ahora bien, cuando conocemos los fenómenos, los conocemos, como ya dijimos, mediante las tres categorías. Este desglose que hemos hecho sólo tiene una finalidad pedagógica. En realidad, cuando percibimos un fenómeno, intervienen las tres categorías. El sentimiento, la encarnación en un objeto de ese sentimiento, la idea acerca de esta relación. El pensamiento (como terceridad) es mediador entre lo primero y lo segundo. Y aquí, con el concepto de mediación, introduce Peirce la noción de signo. En Peirce, las categorías son el fundamento filosófico de la noción de signo.

Como ya hemos visto, el signo es mediación: el signo está en lugar del algo, su objeto, pero no en todos sus aspectos, sino con referencia a una idea llamada fundamento o “ground”. Ese fundamento es el fundamento del representamen. Un signo representa la idea que produce o modifica, es un vehículo que transmite a la mente algo desde afuera: aquello que representa se llama su objeto; aquello que transmite, su significado; y la idea que origina, su interpretante. Cada vez que percibimos un fenómeno, percibimos una primeridad, encarnada (segundidad) y mediada, conceptualizada, (terceridad). Es decir, lo percibimos mediante un signo. Un signo está compuesto por un representamen que determina a otra cosa, su interpretante, para que se refiera a un objeto al cual él mismo (el representamen) se refiere, que el interpretante se convierte a su vez en otro representamen, y así al infinito.

El representamen no hace ni conocer ni reconocer un objeto. El signo no hace más que representar al objeto y decir algo de él; es decir, que se presupone el conocimiento del objeto para poder adjuntarle información suplementaria. No partimos de la nada. Si no conocemos algo del objeto, no existe ese objeto para nosotros (lo cual no quiere decir que en la realidad no existe, pero si no sabemos nada de su existencia, para nosotros no forma parte de la realidad). La realidad la conocemos siempre a través de signos, y los signos presuponen el conocimiento de por lo menos un aspecto del objeto (aún cuando ese objeto sea una ficción, como por ejemplo, el minotauro).

En consecuencia de que todo signo determina un interpretante que es también un signo, tenemos un signo que se apoya en un signo. La consecuencia es que un signo puede, en su inmediato exterior, es decir, en su representamen, representar una primeridad, una segundidad o una terceridad. El signo en sí mismo, como triada, conlleva las tres categorías, porque siempre implica una terceridad, es decir, una mediación. Pero puede representar una primeridad, o una segundidad, o una terceridad.

Los signos pueden dividirse según tres tricotomías: 1) según que el signo en sí mismo sea una mera cualidad; un existente real o una ley general; 2) según que la relación del signo con su objeto consista en que el signo tenga algún carácter en sí mismo o una relación existencial con el objeto, o en su relación con un interpretante; 3) según que su representante lo represente como un signo de posibilidad, un signo de hecho o un signo de razón. Veamos algunos ejemplos:

1ra. tricotomía: signo en sí mismo como mera cualidad: la blancura (cualisigno)
signo como existente real: la blancura del traje del novia (sinsigno)
signo como ley general: la blancura representa pureza (legisigno).

2da. tricotomía: fotografía
huella (índice)
bandera (símbolo) (ver apunte)

3ra. tricotomía: término rhema
proposición dicisigno
argumento argumento

El Interpretante

El interpretante, que establece una relación entre un primero (el representamen) y un segundo (el objeto), en los hechos puede ser de tres clases:.

1) Interpretante afectivo, primero.
2) Interpretante energético, segundo.
3) Interpretante lógico, o tercero.

El interpretante es el primer efecto significado que tenemos después de reconocer un signo, y puede ser de tres clases: un sentimiento, una reacción o un pensamiento lógico. El tema del interpretante se relaciona pues, con el del sentido.

Ni la primeridad, el lenguaje en sí mismo como representamen; ni la segundidad, las cosas en sí mismas, otorgan el sentido a las palabras, sino la terceridad, es decir, el pensamiento que es el objeto propio de la pragmática.

Los sistemas de interpretación pueden ser lógicos (análisis de las relaciones entre los signos en relación a ellos mismos), contextuales (análisis en relación con los objetos) o pragmáticos (en relación a sus interpretantes). Peirce considera que el significado pragmático de un término consiste en la idea de los efectos prácticos que pensamos que pueden ser producidos por el objeto de nuestra concepción. Si una palabra, una proposición, una frase conducen a actuar de dos maneras diferentes, tendrán diferentes significaciones. Si dan lugar a sólo un tipo de acción, es porque tienen una sola significación.

La atribución de un sentido a un signo lingüístico se hace mediante otro signo. Pero sentido o significación y signo no son sinónimos. El signo interpretante da el sentido o el significado, no es el sentido o el significado. No es más que el medio de atribución de sentido a un objeto que el signo representa. El sentido, el significado viene con el signo por el uso que hacemos de ellos en la práctica, en el mundo de los objetos. Lo que le da vida al signo es su uso.

Peirce distingue dos clases de objetos: el inmediato, tal como es representado en el signo; y el mediato, que el signo no puede más que indicar, y que el hombre no descubre más que por una experiencia colateral.

Supongamos que un hombre despierta por la mañana, y su mujer desde la cama le pregunta “¿qué tiempo hace?”. Esta pregunta es un signo, cuyo objeto inmediato, tal como lo manifiesta él mismo es el tiempo en ese momento, en un aspecto, por ejemplo, en el aspecto del tiempo que tiene que ver por ejemplo con la vestimenta que se va a poner; y su objeto dinámico es el tiempo que el hombre ve al correr la cortina de la ventana. El interpretante primero o afectivo es la cualidad del tiempo, el aspecto del tiempo. El interpretante dinámico o segundo es la respuesta (acción y reacción, pregunta-respuesta). El interpretante tercero o lógico es la suma de las lecciones de la respuesta, morales, científicas, etc.

Las tres clases de interpretantes:

Podemos hablar de tres clases de interpretantes:

a) Interpretante inmediato; b) Interpretante dinámico; c) Interpretante final.

Y desde el punto de vista del receptor o intérprete, los denominamos:

a) Interpretante afectivo; b) Interpretante energético; c) Interpretante lógico.

a) Interpretante Inmediato:
Es el representado o significado en el signo. Es un I perceptivo. Toma en cuenta sólo el objeto inmediato (OI). Consiste en distinguir algo como distinto, es la existencia de la primeridad, de la emoción, de la sensación (cinco sentidos). Es el efecto que nos produce una imagen traumática (Barthes) o un ícono gastronómico (Eco), dirigido a nuestras sensaciones, nuestros sentimientos, antes de todo tipo de verbalización. Es la conciencia que se da en un instante de tiempo, la conciencia de la pasiva cualidad, sin reconocimiento o análisis. Por ejemplo, el asco ante una sustancia blanda que tocamos en un pasamanos.
La sensación es una multiplicidad de impresiones que preceden y siguen, no todas del mismo tipo. Genera un movimiento corporal de un ganglio o del cerebro. No hay conmoción corporal y no ejerce mucha influencia en la corriente de pensamiento.

La emoción se produce cuando algo llama nuestra atención. Por ejemplo, la melancolía que colorea los objetos del pensamiento (sensación intelectual). Ya incorpora en cierta medida un pensamiento inconcluso, o mejor aún un “matiz” del pensamiento: puede pensar en la pérdida de un ser amado con desgarrador dolor o con melancolía. Otro ejemplo. La ansiedad, es la emoción que acompaña el desconocimiento de un hecho futuro: estamos rindiendo nuestra última materia; es el último llamado regular, el profesor es sumamente exigente y detallista, estamos hablando y él sólo nos mira inexpresivamente: surge en nosotros una emoción: ¿vamos bien? ¿estamos diciendo un disparate?. Todo nuestro pensamiento se tiñe de incertidumbre y ansiedad.

Se genera un movimiento corporal del cerebro que afecta la corriente de pensamiento. Nos sonrojamos, sonreímos tímidamente, lo desafiamos mirándolo fijamente, temblamos, vacilamos, tenemos palpitaciones.

En estos casos la cualidad material predomina: es un pensamiento incompleto, con un componente racional en germen. Es la sensación de un pensamiento.

b) Interpretante dinámico:

Es un interpretante factual. Es un efecto que tiene distintos grados de vivacidad y esta vivacidad implica una conmoción, una acción y reacción entre nuestra alma y el estímulo. Tenemos la conciencia de una interrupción de la conciencia, la sensación de resistencia de un hecho exterior. Estamos en el nivel de la segundidad.

Es el efecto real producido en el espíritu por un signo.

Habíamos visto que hay dos clases de objetos, y que el interpretante media entre el representamen y el objeto. Cuando la relación es con el OI, este I no aportará más que la información que surge del signo tal como él lo representa, la denotación de signo.

Cuando la relación es con el O. Dinámico, este I dinámico aportará informaciones del contexto del objeto. Se tratará de informaciones factuales que dirán si el signo es ícono, índice o símbolo de su objeto.

Estas informaciones del ID pueden haberse generado sin experiencia colateral del objeto, o con experiencias colaterales. Dicho en otras palabras: este interpretante relaciona el representamen con el objeto gracias a los conocimientos presentes en esa circunstancia del intérprete, mediante abducción (hábito colectivo); o bien es una lectura en el contexto social o histórico (conocimiento inductivo). Por ejemplo, un inglés que ve el signo de Shell (“concha” en inglés) verá inmediatamente la relación. En cambio, un español deberá recurrir a un conocimiento colateral: su conocimiento de otro idioma, para establecer la misma relación. El inglés no necesita traducir: el ícono significa para él, inmediatamente, la marca, es la marca. El español debe pasar del ícono al símbolo verbal inglés (Shell) y luego a la traducción (concha), para relacionar la imagen con la marca.

c) Interpretante final:

Se lo llama también sistemático.
Es un interpretante sistemático. Implica un desarrollo del pensamiento. Puede revestir tres formas, según sea la manera en que se produjo: por abducción, por inducción o por deducción.

1.- En el primer caso, por abducción, se genera por una experiencia colectiva, en un momento y por un grupo. Es un hábito general no crítico, a-científico. Por ejemplo, todo el mundo reconoce en el tigre que salta de una manguera la nafta de marca Esso. Hay un pensamiento que no es científico, interviniendo en la constitución del I; es sólo un hábito cotidiano. Este I puede ser correcto, pero cuando así ocurre no es por contraverificación. I de este tipo son los que generan los prejuicios raciales, religiosos, intelectuales y todas las ideologías.

2.- En el segundo caso, por inducción, se genera el I por un hábito especializado, controlado, sujeto a verificación. Es el caso de la interpretación de un experimento científico, en donde se repite una situación varias veces y se llega a un resultado a partir de la observación. Por ejemplo, el razonamiento siguiente: “Si sirve para 1, si sirve para 2, y sirve para n; por lo tanto, sirve para (n + 1)n; o “si todas las plantas de climas secos son carnosas, esta planta de hojas carnosas que tengo delante pertenece a un clima seco”.

3.- En el tercer caso, por deducción, surge el I sistemático por excelencia. No necesita de ninguna experiencia para existir. Es deductivo, como lo son los sistemas formales o formalmente sistematizados, como las grandes hipótesis físicas o las teorías estructuralistas y psicoanalíticas.
Un ejemplo de este interpretante es la descripción de un universo curvado, tal como la elaboró Einstein. A posteriori, se puede comprobar (en parte hasta hoy) experiencialmente si esa descripción corresponde o no a nuestro universo, pero en su origen es razonamiento puro.

EN SÍNTESIS, observamos en el primer caso un Interpretante de la primeridad (interpretante afectivo); en el segundo caso, encontramos dos clases de Interpretantes, uno de la primeridad y otro de la segundidad (Interpretante dinámico que tomaba en cuenta el OI o el OD); en tercer lugar, tenemos los tres interpretantes, de la primeridad (experiencia colectiva, ésta, ahora, aquí); de la segundidad (experiencia verificada, relación de un hecho con otro hecho, y otro...) y de la terceridad (experiencia sintética).
Peirce se ubicaba en relación con la comunidad intelectual de la época y las discusiones que concitaba su postura. Es que en medio del positivismo triunfante, mantuvo una concepción de la ciencia, la verdad y el sujeto francamente impertinentes para los cánones vigentes. En su correspondencia a Leidy Welby, Peirce (13) renueva su crítica al Positivismo aludiendo a la arbitraria demarcación entre lo científico y lo no científico que, respondiendo a mecanismos sectarios, suele estorbar al desarrollo de la ciencia. En este sentido se amplía el universo de la lógica -definida tradicionalmente como aquella disciplina que tiene por objeto los símbolos- a dimensiones inesperadas, como lo icónico y lo indicial(14). Con la inclusión de estas nuevas dimensiones de análisis, Peirce expande el campo de la Lógica hacia la Semiótica permitiendo, de esta manera, correr el eje del lenguaje. Este desplazamiento ubica a Peirce como propulsor del giro semiótico(15).

Otro paso para superar el escollo positivista del “rigor científico” es su concepción de la verdad como no trascendental y no subjetiva sino pública: “La verdad es el acuerdo de una afirmación abstracta con el límite ideal hacia el cual tiende infinitamente la investigación para producir la creencia científica. (citado en Deladalle, (1996, p. 41). Peirce se opone a fundar una ciencia sobre un espíritu de certeza. En sus ensayos sobre Huxley (1894) afirma que



[s]ólo puede haber base racional si se reconoce que nada es

absolutamente cierto [...] ningún hombre que se precie consentiría

en enunciar una aserción sin acompañarla de la estimación de su

error probable. Lo que el hombre de ciencia entiende por “ciencia”

no es el conocimiento, sino la búsqueda. (citado en Deladalle,

1996, p. 46)

Así, vemos cómo comienza a rebelarse a fines del siglo XIX, un nuevo modelo epistemológico en las Ciencias Sociales, contra el racionalismo iluminista-positivista. A este enfoque semiótico, Carlo Ginsburg (1998)(16) lo designó como “paradigma indiciario” porque su método no se basa en la sistematización de las totalidades sino en la interpretación de detalles. El indicio toca en un punto la verdad, pero no la agota. Lo curioso es que un paradigma surgido nada menos que de la actividad que dio origen a la escritura(17) haya sido objeto de tan fuertes resistencias ideológicas, incluso por parte de los lingüistas. Este modelo se caracteriza por cierta idea que comparten Sherlock Holmes, Giovanni Morelli y Sigmund Freud (Eco y Sebeok, 1998): el devenir, lo contingente, lo irracional, lo singular no podrían ser objeto de una mirada estructurada y estructurante. Como puede leerse, por ejemplo, en los numerosos análisis de La carta robada, de E. A. Poe (18), mostrar es una manera de ocultar e inversamente, ocultar es una forma de poner de manifiesto. Del mismo modo, el más claro de los recuerdos suele ser encubridor y el olvido, una forma de recordar. Premisas como éstas de Freud, que abrieron el campo de análisis de los sueños, los lapsus, los recuerdos encubridores y otros procesos inconcientes, parten como señala Ginzburg, de esta visión del mundo.

2.9.08

Trabajo práctico Nro. 1

Apellido y nombre del estudiante o grupo:

Fecha de entrega:
Modalidad de resolución: oral-escrito, individual o grupal (opcional)


Texto de referencia:

Eco, Umberto (1988) [1973], “Proemio”, en Signo. Barcelona: Editorial Labor.


Teniendo en cuenta el texto de Eco, intenten responder a los siguientes puntos:

1) ¿Por qué los signos no son “naturales”?
2) ¿Por qué las palabras son signos?
3) ¿Qué operaciones realiza el señor Sigma para decodificar?
4) Inventen (y pongan en texto) una situación en la que un individuo, ante un problema “X” se vea obligado a entrar en una red de signos. A medida que vayan describiendo y narrando la situación, vayan también identificando los textos y los signos con los que el sujeto se encuentra y las operaciones interpretativas que debe realizar.

Nota: en la fundamentación de las respuestas citen a U. Eco de manera adecuada.

Requisitos para la presentación de trabajos prácticos

Tal como ha sido expresado al comienzo de las actividades en la comisión de prácticos, el trabajo con consignas de lectura y de escritura busca que los estudiantes profundicen en los conceptos, ideas y reflexiones planteados en las clases teóricas. Nuestro propósito es que poco a poco los estudiantes trasciendan el mero «decir el conocimiento» para, más bien, construirlo. En ese camino, serán naturales las marchas y contramarchas, la vuelta atrás en saberes que se creían seguros, la necesidad de re-leer, re-considerar, re-preguntar, re-pensar. Pero para ello es imprescindible un compromiso sostenido de lecturas previas.
En efecto, las clases de prácticos podrán aprovecharse cabalmente si los textos ya han sido leídos, interrogados y marcados. Esa primera lectura previa al práctico puede ser la oportunidad para preparar preguntas, plantear problemas, informar al docente sobre puntos de especial dificultad.
Las consignas de lectura y escritura se realizarán en clase (en ocasiones deberán completarse en forma domiciliaria) y, luego de una puesta en común y discusión de los resultados, se entregarán por escrito, de acuerdo con las siguientes indicaciones :

• Leer atentamente la consigna y ajustarse estrictamente a lo que ésta solicita.
• Responder con precisión, claridad y cuidada redacción. Redactar las respuestas, no presentar ideas sueltas y/o extremadamente sintéticas. No pedimos que las respuestas sean extensas sino completas.
• Cada respuesta deberá fundamentarse. Es decir: enunciar la idea-respuesta, desplegar argumentos para sostener esa idea enunciada, citar convenientemente las fuentes bibliográficas que ayuden a respaldar la idea, poner ejemplos y explicarlos, presentar una conclusión o, al menos, un cierre.


Requisitos gráficos :

• La docente a cargo de los prácticos entregará siempre la consigna en una hoja impresa donde hay lugar para registrar el nombre de los autores, fecha de entrega, etc.

• En una hoja aparte (tamaño A4) se presentará la resolución de la consigna en letra times new roman, cuerpo 12, interlineado doble, justificado al margen.